s. XXI, INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y EDUCACIÓN, Una combinación que preocupa a los maestros.

Echo a volar la mente y me situó en diciembre 31 de 1999, a pocos minutos de recibir un nuevo año. Un año incierto, lleno de supersticiones, enigmas, predicciones y sobre todo de temores.
Ese cambio de dígito nos llenó de dudas. Yo tenía 42 años y me preocupaba por mis hijos y familia básicamente, pero también por cosas banales como: ¿abreviaremos el año en una fecha (31/12/99) usando el 00 o habrá que poner 2000?, ¿se terminará el mundo al tocar las 12.00 del nuevo dia/año?.

Fue un momento complejo entonces, anecdótico hoy, veintitrés años después y con avances tecnológicos y científicos importantes. No se terminó el mundo, ni colapsaron los sistemas informáticos, todo siguió su curso pese a toda la incertidumbre del momento.
En la década del 2000 y en adelante, llegamos a Marte y vamos camino a más descubrimientos en el universo; cada nueva versión de los teléfonos inteligentes nos sorprende por su potencia y capacidad de procesamiento; los computadores cuánticos que ejecutan programas y comandos funcionando como partículas atómicas, con hardware y software que interactúa de la misma forma que los tejidos humanos se relacionan entre sí, simplemente nos dejan con la boca abierta; los sistemas de reconocimiento facial que permiten mediante la tecnología conocida como Big Data acumular e instrumentalizar varios millones de datos ya se han utilizado ampliamente en China durante el período de la pandemia en 2020. Vivimos en la era de imágenes e impresión de objetos en 3D, juegos en realidad virtual y vehículos que pueden conducirse solos, ya nada nuevo que venga debe sorprendernos.

Vimos infinidad de avances tecnológicos, pero el que más comentarios, susto y preocupación causa es el de la Inteligencia Artificial (AI por sus siglas en inglés) que se ha posicionado en el primer plano de los medios y plataformas digitales desde que emergió la aplicación CHAT GPT y muchos empezamos a experimentar y “gallinear” con ella (Término empleado por mi amigo P. Francisco Flores, SJ (+) para referirse a navegar o experimentar con la tecnología).

Todos hablamos de la AI, pero no todos llegamos a comprender su verdadera dimensión, cuánto nos puede ayudar y cuánto daño nos puede hacer. Empecemos, esto no es algo nuevo, son varios años que convivimos e interactuamos con sistemas de inteligencia artificial; si vamos nuevamente hacia el pasado, ya en 1936 Alan Turing, considerado como uno de los padres de la computación, publica un artículo polémico sobre los que denomina «Números Calculables» , estableciendo prácticamente las bases teóricas de los algoritmos. Quizá lo recuerden por la película ENIGMA, ya que fue él, quien con la ayuda de una máquina que diseñó, logró descifrar los mensajes secretos codificados hábilmente por los nazis.  En 1943 el neurocientífico Warren McCulloch, considerado como un charlatán por Turing, se unió con Walter Pittsel y desarrollaron la primera teoría matemática del cerebro. Su modelo se llamó «Modelo de neuronas artificiales», considerado como la primera teoría matemática del cerebro, podemos decir que fue el primer trabajo de inteligencia artificial, aun cuando en esa época no se conocía el término.

Todo el tiempo interactuamos con buscadores en Internet, con asistentes como: Alexa, Google Home, con teléfonos Smart, dispositivos remotos de control, etc., todos ellos basados en algoritmos e AI. Descubrimos en nuestra experiencia de usuarios, que algunos son más inteligentes que otros obviamente. No podemos comparar un smartwatch con algoritmos cerrados que responden a un menú de procesos que el usuario elige a requerimiento con asistentes como el Home de Google o Alexa de Amazon, sistemas basados en motores de razonamiento y no simplemente en bases de datos de información.

Si hablamos de nuevas aplicaciones de inteligencia artificial no debemos pensar sólo en  CHAT GPT, que todos conocemos y que por comentarios sabemos que prácticamente lo resuelve todo, hay muchas otras:  Midjourney para crear arte digital, My Heritage para generar imagenes, Boomy para crear canciones, Tome para crear presentaciones, Synthesia para convertir texto a voz (creando también un personaje relator muy natural y “humano”) y muchas otras como por ejemplo Craiyon, Deep Dream Generator, NightCafe, etc. etc….

Ninguna de estas funciona solo en base a algoritmos definidos, es decir no memorizan, sino que razonan en base al requerimiento de los usuarios y aprenden en base a la interacción con ellos.

Grande es la preocupación de los maestros de colegios secundarios y universidades, ya que los estudiantes cada vez con mayor frecuencia utilizan CHAT GPT para elaborar y presentar trabajos, ensayos y otros requeridos por escrito. Esto tampoco es nuevo, y no se sorprendan queridos maestros si en el pasado algunos calificaron con notas altas trabajos de sus estudiantes elaborados en base a copiado y pegado (COPY / PASTE) de fuentes de la Internet. Algunos maestros hábilmente utilizaban medios, algo artesanales podríamos decir, para detectar el plagio en los trabajos y lograban hacerlo bien, pero varios también los aceptaba como válidos.

Educar en la era de la Web 2.0 y en la denominada sociedad de la información es algo complejo si mantenemos sistemas y estrategias tradicionales e intentamos integrarlos en un ámbito altamente tecnológico, mismo que no alcanzamos a conocer en su verdadera dimensión. Usamos actualmente en las aulas presentaciones realizadas en MS PowerPoint y videos para las clases magistrales como un medio de mostrar que estamos innovando, aunque el contenido, formato de las diapositivas y la metodología empleados son tradicionales, monótonos y lamentablemente poco atractivos para los estudiantes.

Introducir tecnología en el aula no significa innovación, innovar pasa por un cambio o transformación en los actuales roles de maestros y estudiantes, pasando de ser sujetos activos unos y pasivos los otros a intentar que los estudiantes tengan una mayor participación en el proceso y sean también quienes propongan estrategias y metodologías de acuerdo con sus expectativas, es decir sean los protagonistas y también responsables del proceso enseñanza-aprendizaje.

Un maestro del s.XXI debe adquirir nuevas competencias acordes con la realidad de la educación y del contexto en el que se desenvuelven sus estudiantes. Manejo de Recursos Educativos Abiertos (REA), tecnologías móviles y su uso en aula, aprovechamiento del potencial de la Inteligencia artificial, utilizándola de manera que sea el docente el que proponga actividades y su utilización mediante contenidos personalizables, creando dinámicas de discusión y contrastando los resultados obtenidos por la AI con los elaborados manualmente por otros estudiantes. Enseñar a recrear eventos históricos en imágenes o texto mediante aplicaciones de AI y proponerles un: “cómo habría sido si…”  

Es decir, brindando nuevas oportunidades, formas y alternativas creativas para mejorar el aprendizaje, y sobre todo no temer, aprendiendo también de nuestros estudiantes que tienen mucho por enseñarnos.

A medida que la IA se introduce en la educación se empiezan a debatir también las preocupaciones de los educadores respecto a aspectos éticos y los alcances que pueda tener la inteligencia artificial en el futuro. Pero, en definitiva, es una puerta que se abrió y que difícilmente podrá cerrarse nuevamente para echarse atrás, por lo tanto, es un tren al que debemos subirnos todos o quedaremos anclados en el pasado.