Alejandro M. Rodríguez V.

Nuestro constante vivir entre los límites o en un perfecto equilibrio, es algo que últimamente nos quita el sueño, lo llamamos de muchas maneras, estrés, tensión laboral, tensión emocional, acoso, trauma, y muchos etcéteras más, casi siempre lo atribuimos a una cuestión de suerte, a la casualidad, o quizá a una causalidad resultado de nuestra forma de vivir. Encontrar y vivir en equilibrio interior es lo ideal, aunque en un mundo tan desequilibrado eso es difícil, ya que vamos la mayoría de las veces a bordo de un péndulo tocando los límites extremos, a veces nos tocan los límites del placer y muchas otras los límites del dolor, pocas veces encontramos la paz interior.

Parece ser que los límites del dolor resultan más manejables, ya que reaccionamos antes de caer en el abismo o antes de derrumbarnos por algo que nos tocó en lo profundo, más no podemos manejar el límite del placer pues parece que envuelve al hombre en un velo anestésico que no lo deja reaccionar y es donde se encuentran los más profundos abismos y de donde es más difícil salir.
Resulta ser que vivir situaciones límite, en la que conoces el verdadero dolor del corazón, fortalece el carácter, incrementa la fe en Dios, renueva la fe en uno mismo, obliga a repensar la vida y te ayuda a descubrir a los verdaderos amigos. Viéndolo así parece puro masoquismo, viviéndolo así parece ser la única manera de encontrar muchas verdades que nos falta conocer en la vida, aunque aparentemos saberlo todo.

La vida nos pone pruebas muy duras, aunque Dios conoce nuestros límites y nunca nos enviará algo que no podamos soportar, aunque parezca un ironía es una realidad, aprendemos a ser verdaderamente padres cuando la vida de un hijo está en riesgo, aprendemos a ser amigos cuando alguien que queremos está sufriendo, nuestro sentido del amor se pone a prueba, nuestra capacidad de ponernos en el lugar del otro se mide frente a la indiferencia.

Pues, ante el dolor sufrido, debiéramos decir: Gracias Señor por darnos una lección de vida… por permitirnos encontrarte y sentirte tan cerca en la presencia del amigo que te extiende su mano, en el rostro concreto de ese joven que se presenta como un angelito a darte, no lo que le sobra, sino aquello que le significó un sacrificio y te lo brinda con ese amor tierno del que sólo se puede aprender cuando lo vives y se puede entender cuando te lo enseñan de esa manera, simple, sencilla, sin aspavientos. Es en esas personas en las que descubres los verdaderos ángeles, aquellos que tienen nombre y apellido.

Estas pruebas duras, nos enseñan a valorar la vida, a entender que va más allá de un mero ciclo vital que debemos completar de nacer, crecer, reproducirse y morir en un recorrido intrascendente y vacio, nos demuestra que nuestra responsabilidad con los otros y nuestro compromiso con la vida es mayor, nos permite abrir los ojos ante la realidad de un vacio que nos rodea y que podemos llenar, sólo abriendo, quizá suavizando nuestro corazón.

Gracias Señor, donde estés, por darme la oportunidad de descubrirte de esta manera.

Publicado hace 14th February 2013 por Alejandro M. Rodríguez V.