Alejandro M. Rodríguez V.

Una gran polémica se ha iniciado últimamente en nuestro medio, sobre todo motivada por los medios de comunicación y periodistas a raíz de la reciente aprobación de la Ley contra el racismo y la discriminación, unos se muestran a favor, defendiéndola a capa y espada y por supuesto los otros en contra. La principal objeción, dos artículos cuestionados, que según los comunicadores vulneran su derecho de libre expresión.

Desde hace un tiempo nos vemos como “intimados” frente a una avasalladora seguidilla de leyes y decretos que se proponen, aprueban y promulgan en los poderes Legislativo y Ejecutivo. Tenemos los referidos a la propiedad privada, a la nacionalización de empresas y la última contra la discriminación y el racismo. Y los bolivianos nos vamos acostumbrando a vivir con la preocupación del ¿qué vendrá después?, ya que la mayoría de ellas tiene un agregado de carácter castigador, coercitivo y limitante de derechos primarios como la libertad y la propiedad. Pareciera que una actitud revanchista y vengativa envuelve el espíritu de las mismas.

Analizando la última de ellas cabe una pregunta. ¿Los bolivianos nunca tuvimos la capacidad de llevarnos bien y de compartir esta tierra sin tanto resentimiento entre nosotros? ¿No será que las actitudes discriminatorias y racistas más bien se han incrementado en los últimos cinco años? De una manera u otra, con nuestras diferencias y atravesando las situaciones complejas de una sociedad tan pluralista como la nuestra, pudimos llegar a este punto de la historia pasando por momentos en los que compartimos, dialogamos, discutimos y hasta nos confrontamos, intentando convivir en medio de una cultura universal y compleja.

Mucho es el tiempo que nuestros legisladores emplean en debatir nuevas leyes que más que unirnos nos confrontan y nos distancian, no sería más ético y constructivo que lo destinaran a desarrollar estrategias creativas en las que los bolivianos de una vez aprendamos a respetarnos entre nosotros, a aceptarnos como somos, valorando lo que cada uno, desde su posición en la sociedad, aporta al país. Que el color de piel, la posición social y las diferencias económicas no sean impedimentos para alcanzar una convivencia pacífica. Estos objetivos deben formar parte de una asignatura pendiente que tenemos los bolivianos y que se llama “Cultura de Paz”. Ésta debería incorporarse en el currículo escolar, con un valor agregado: Valores y Principios morales y éticos que nos permitan atacar las causas y no los efectos de no saber o no poder vivir en armonía.

Hay una costumbre en el campo en la que todos y todas se saludan tratándose de “hermano, hermana”; en las ciudades también lo escuchamos pero muchas veces transformado en un eufemismo, componente de un discurso político poco creíble, puesto que se nota que no es sincero.

Revisando la Ley 1565 de Reforma Educativa y la Ley Avelino Siñani y Elizardo Pérez, ambas coinciden en el sentido que debe tener a la educación como medio de construcción de una sociedad justa e igualitaria, no lo consiguió la primera, tampoco lo hará la segunda cuando se aplique. La ley contra el Racismo y la Discriminación plantea varias acciones directas para terminar con ese estigma a través de la educación y la prevención, todas formuladas en infinitivo, es decir de una forma indeterminada, poco precisa e inalcanzable, como siempre. Y nos seguiremos odiando, pero hipócritamente, como lo manda la Ley, “tolerándonos”.

El amor, el respeto y el reconocimiento del otro no se alcanza a través de castigos, sanciones, penas corporales o leyes impuestas. Caín mató a su hermano Abel y aún Moisés no había “promulgado” los Diez Mandamientos en el Monte Sinaí. Los soldados, torturaron y crucificaron a Cristo, nuestro Señor y parece que a través del tiempo nada ha cambiado.Publicado hace 12th October 2010 por Unknown

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