Por Alejandro M. Rodríguez V.

Ultimamente oímos homenajes a varios héroes caídos… los de Sacaba, los de Senkata, etc. personas que en su intento de protestar protagonizaron distintas situaciones alterando el orden público y poniendo en riesgo la vida de la ciudadanía, pero son los héroes que la actual escala de valores pondera y pues, debemos aceptarlo.
Por eso, mientras que para ellos hay minutos de silencio, prensa y autoridades pendientes, para los héroes que dieron su vida para que la sociedad viva segura y en paz, solo hay un manto de olvido y la espina que quedó clavada en el corazón de la familia y de aquellos que verdaderamente los extrañamos.
En estas líneas me permitiré recordar a una persona, a la que considero verdaderamente un héroe, uno que lo dio todo, en todo momento y a todos, sin escatimar siquiera un poquito de su inmensa calidad como persona y como profesional; me refiero al Cnl. DEAP Heybert Yamil Antelo Alarcón, conocido por todos como Chichi.
Hoy 12 de noviembre de 2020, tristemente recordamos un año de su prematura partida bajo circunstancias que no vale la pena recordar, porque duelen hasta el tuétano. Cuando una persona a la que quieres y admiras se va, así de pronto, sin que siquiera puedas despedirte y decirle lo que significó para ti, queda en ti esa pena por siempre.
Recordar al Cnl. Antelo, es evocar a un hombre ejemplar en toda la magnitud del concepto; excelente y dedicado padre, esposo ejemplar, respetuoso con todos, querendón de los animales, celoso de que su personal esté siempre bien, preocupado por las personas menos beneficiadas por los que organizaba ollas comunitarias para distribuir en las camionetas de la UTOP alimentos a los indigentes y niños en situación de calle, esperando momentos especiales y festivos en los que motivaba a que los mismos oficiales se disfracen de payasitos para distraer a los niños en eventos recreativos en instalaciones de la unidad.
Nunca olvidaré que en su despacho cada vez que entraba estaban “El Negro” y “El Estopín” ahí, a sus pies, como guardianes fieles quienes, como una especie de encargo divino, lo cuidaban siempre. El negrito murió poco tiempo después por amartelo.

Nunca fue un jefe de escritorio, fue un verdadero líder, al que daba gusto seguir y apoyar, él siempre estaba a la cabeza de su grupo de motoqueros, cuidándolos, evitando que se expongan innecesariamente al peligro y precisamente eso le costó la vida.
Pero todas esas cualidades se tradujeron en un reconocimiento de ese grupo humano de hombres y mujeres policías de la Unidad Táctica de Operaciones Policiales, que hoy lleva dignamente su nombre y de toda la institución policial; elementos rudos y fuertes, acostumbrados a lidiar diariamente con personas enardecidas, pero que con el corazón destrozado por la pérdida del amigo, del padre querendón, del líder, en ese momento rompían en lágrimas frente al cuerpo inerte de ese gran jefe fallecido en el cumplimiento del deber, quizá el mejor que hayan encontrado. Por lo menos para mí, fue el mejor jefe que he tenido en los treinta años de servicio a la institución policial.
Policías de honor hay muchos, buenos jefes también, pero entre todos ellos, hay que resaltar a los que brillan por luz propia y que esa luz que irradian, guía y orienta el camino a seguir. Estoy totalmente seguro que, todos los que fuimos subalternos del Cnl. Chichi Antelo, llevamos cada una de sus palabras en el corazón. Aún conservo guardado en mi teléfono móvil su mensaje de respuesta dos días antes de aquel fatídico día en que pasó a la casa del Padre, cuando le recomendaba que se cuidara: “estoy bien profe… Zaciass… estamos cansados…”
Allá donde estés, mi Coronel Antelo, recibe este homenaje de reconocimiento y gratitud. Ten la certeza que, luego de conocerte, nunca seremos los mismos, aprendimos mucho de tí y queda el compromiso de ser siempre mejores, intentando seguir tu ejemplo.
Estás con Dios, y acá en la tierra sabemos que Él está bien resguardado, porque te tiene a ti a su lado y junto a tí tu fiel amigo Negrito. Guía desde ese espacio infinito y etéreo nuestros pasos, protege a tus policías e intercede ante el Señor porque la luz de su divina bondad envuelva en un manto protector a tu familia que tanto te extraña.
Un abrazo hasta el más allá mi Coronel y Zacias por toda tu amistad y cariño, fue un honor haberte conocido y más el trabajar contigo.
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