Por Alejandro M. Rodríguez V.
Al parecer el mundo está dado vuelta. La política, economía, educación, familia, la sociedad, todo dio un giro de ciento ochenta grados y parecen apuntar al revés de lo que debería ser. Años atrás los hijos querían parecerse a sus padres, los tenían como un modelo a seguir, hoy en día son los padres los que quieren parecerse a sus hijos, se visten como quinceañeros, tratan de imitarlos y hasta comparten en reuniones con amigos de los jóvenes, incluyendo el consumo de bebidas, pues es “más cool”.
Los maestros antes educaban, hoy, digamos con algo de suerte, sólo pueden instruir, ya que con las últimas leyes, reformas y cambios los jóvenes estudiantes han adquirido una serie de derechos que los protegen al extremo de unos entes perversos, conocidos en la actualidad como: esfuerzo, trabajo duro, estudio responsable, logro de objetivos, lucha por alcanzarlos, etc. Podríamos decir que ahora tienen, de responsabilidad cero, de obligaciones menos uno.
Por lo visto todos estos cambios terminarán por conformar un estado y una sociedad altamente proteccionistas, antes, frente a una reprobación le preguntábamos a nuestros hijos: ¿por qué este aplazo?, hoy en un giro de 180o trasladamos la pregunta a sus profesores, pero con un tono totalmente duro y exigente, como si ellos fueran los responsables de que nuestros hijos no hayan estudiado y es más terminan pidiendo nuevas oportunidades, quizá hasta por la mitad de la nota, como si la vida nos diera a cada momento nuevas oportunidades y algunas “a mitad de precio”. Y así vamos formando generaciones con poco espíritu de trabajo, acostumbradas al mínimo esfuerzo, pero con grandes aspiraciones, una combinación poco compatible con la satisfacción personal por haber alcanzado algo en la vida, honestamente. Valgan las excepciones.La sociedad actual y el mundo globalizado requieren de hombres y mujeres que enfrenten la vida con seriedad, que afronten los problemas con coraje y que puedan superarlos sin pedir segundas oportunidades a mitad de valor, requiere de familias que más que quejarse por los fracasos de sus hijos aprendan a educarlos, requiere de maestros comprometidos con la misión de educar a las generaciones del siglo XXI y con una visión global de los problemas que tienen que enfrentar para lograrlo, partiendo de transformarse primero ellos.
El mundo requiere de hombres y mujeres valientes, audaces, con convicciones, que confíen en sí mismos, con orgullo, con esperanza, con grandes ambiciones, pero también con el convencimiento de que para alcanzar todo ello deben poner: Un cuarenta por ciento de esfuerzo, un cincuenta por ciento de preparación, un ochenta por ciento de honestidad y tener un diez por ciento de suerte. Efectivamente, la suma no cuadra, es que un cien por ciento no alcanza para apuntar nuevamente al punto correcto, requerimos de un esfuerzo ciento ochenta por ciento mayor para cambiar las cosas y hacerlas como deben ser.
Publicado hace 29th November 2013 por Alejandro M. Rodríguez V.
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