AULA Y TECNOLOGÍA

Por Alejandro M. Rodríguez V.

Cuando los educadores hablamos del uso de tecnología en el aula, no se puede escapar de nuestra mente el ideal de contar como mínimo con una computadora personal y un proyector, mejor aún si a todo ello agregamos un televisor y un reproductor de DVD, la gloria sería tener en el aula una conexión al Internet. Con todos estos elementos a disposición pensamos que nuestras clases serán más dinámicas y nos imaginamos presentándolas a través de la proyección de un Power Point o una película o quizá visitando de manera interactiva un sitio web. Es decir, nuestro deseo emocional se basa en que la simple presencia de las NTIC´s por sí solas representa una innovación y que producirá un cambio y mejora en la educación.

Si hablamos de tecnología y educación debemos entenderlas como elementos que trascienden el ámbito del aula y de la escuela misma, que exigen de nuestra parte respuestas naturales, casi invisibles a las demandas y necesidades que plantean los niños y jóvenes de hoy, respuestas transversales, integradas y que superen las tradicionales clases audiovisuales o de computación (muy innovadoras en su momento, pero totalmente monótonas y pesadas para nuestros estudiantes hoy en día). Esto no significa que en algún momento echemos mano a ellas, siempre como un recurso, nunca como un sustituto.

No se requieren de grandes inversiones, ni el uso de equipos de la más alta tecnología para mejorar el binomio educación-tecnología, el verdadero secreto radica en desarrollar prácticas pedagógicas innovadoras, ideas sencillas y proyectos simples realizados de manera colectiva junto a otros docentes, cada uno desde su experiencia aportará y de manera colaborativa se encontrará la manera de llegar a los objetivos propuestos. El uso de tecnología en el aula debe entenderse como un apoyo didáctico del profesor al momento de transmitir procedimientos, conceptos, valores y otros, nunca como un sustituto de su labor educativa, es decir que será un elemento que le permitirá mejorar el modelo tradicional mediante el uso de nuevas herramientas, sin olvidar que lo más importante es la intervención pedagógica que realiza y la innovación creativa que incorpore a su labor docente. Una consulta a la Wikipedia o una enciclopedia digital podrán responder mucho mejor, con mayor velocidad y profundidad las dudas de los estudiantes, lo que nunca podrán reemplazar es el “valor agregado” que tiene la presencia del maestro como guía y apoyo en la construcción del conocimiento de cada uno de sus estudiantes. Ninguna máquina por eficiente que sea, ni la pantalla de cristal líquido más sofisticada que nos instalen reemplazará la mirada, la voz, la mirada y el consuelo del maestro.

Para las instituciones la clave para mejorar la calidad educativa, y que esta mejora llegue al aula y por consiguiente a los estudiantes es, sin lugar a dudas, invertir en la formación de los recursos humanos, no tanto en la compra de máquinas, herramientas y equipos. Para los docentes, comenzar con un cambio de mentalidad, una nueva forma de mirar el entorno, y una nueva manera de enseñar, utilizando al máximo la creatividad, recuperando recursos didácticos que dejamos en el olvido por considerarlos “obsoletos”.

Las personas insertas en un proceso, difícilmente perciben sus errores y deficiencias. “No se quién descubrió el agua por primera vez, pero estoy seguro que no fueron los peces… Herbert Marshall McLuhan”. Así como no percibimos el crecimiento de las plantas de nuestro jardín, tampoco advertimos el desarrollo, evolución, los cambios y contrastes que está experimentando la educación.

Es necesario, hacer un alto, salir y mirar desde fuera, por así decir, para poder captar los imperceptibles pero fundamentales cambios y analizar si avanzamos junto a ellos o nos estamos quedando estáticos mirándolos pasar.

Recordemos el pensamiento de Plutarco, “los niños no son vasos que hay que llenar, sino antorchas que hay que encender”.

Publicado hace 9th April 2009 por Alejandro M. Rodríguez V.

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